Estos últimos días estoy soñando demasiado. No es ninguna novedad que sueñe. Todos lo hacemos. En mi caso suelo acordarme a menudo de ellos.
La mayoría de las veces, como es de suponer no tienen mucho sentido.
En los sueños nuestro inconciente revuelve los recuerdos, confunde los miedos, cambia los anhelos, mezcla todo y lo une como una película sin director. Las escenas se suceden sin un orden claro, sin un guión previsto.
Pero hay veces, las más emocionantes por cierto, en que al abrir los ojos tienes esa sensación de no saber muy bien si estás despierto o dormido. Recuerdas cada segundo de tu sueño. En medio de tantas incoherencias algo cobra sentido, y te estremeces. Y esto me pasó, justamente ayer, en un sueño, que hoy me gustaría compartirlo
Llego a Buenos Aires después de 13 años sin ir. Al llegar me
encuentro con un grupo de amigos ( en mi sueño son amigos pero en realidad no
se quienes son, salvo una de las mujeres,
que me alegro de encontrarla porque tenía planeado verla especialmente
en este viaje. Esto es muy raro ya que en la vida real nunca le tuve especial aprecio)
En eso decido llamar a mi papá para pedirle que venga a
buscarme. Tomo mi “smartphone” y busco su número entre las llamadas recientes,
no aparece. Voy a la lista de contactos, la recorro toda con impaciencia. No
está. Vuelvo a intentarlo, es inútil, no puedo encontrar el “bendito”
número. Insisto. Mis dedos se desplazan rápido por el scroll de la pantalla,
pero el número sigue sin aparecer. No puedo entender que va mal. ¿porqué no puedo
encontrarlo? Percibo los ojos de mis amigos sobre mí, me doy cuenta que
intercambian miradas, una de ellas me quita el teléfono para ayudarme, pero en
eso descubre un juego en el que hay que acomodar algunas piezas, lo extraño es
que el móvil-celular queda suspendido en el aire. No sabía que mi celular podía
hacer eso. Comienza a jugar, es buena, pero a mi no me importa su pericia, yo
quiero llamar a mi padre y ella me está interrumpiendo. El teléfono vuelve a estar en mis manos, pero esta vez decido
llamar a mi madre. Lo coge, le pregunto si podría decirle a mi padre si puede
venir a recogerme. Me está por responder. Precisamente en esa fracción de
segundos en que uno completa la frase o concluye la pregunta y se prepara para
escuchar a su interlocutor me despierto.
Me despierto confusa, nostálgica.
Mi padre hace veinticuatro años que no está en este mundo, se fue mucho antes de que
inventaran los móviles-celulares. Ya son demasiados años que mi padre no está.
Yo lo sé, mi familia lo sabe, los amigos de mi padre
también.
Excepto mi inconsciente que de tanto en tanto
lo hace aparecer en mis sueños.
1 comentario:
¡Me encantó! Un relato lleno de dulce nostalgia por aquellos que amamos tanto y que hoy no nos acompañan.
Te felicito Adriana.
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